jueves, 17 de septiembre de 2009

El caso hondureño: David vs. Goliat

Helio Dias Viana

Los acontecimientos de Honduras son simples y fáciles de comprender. Ellos fueron totalmente distorcionados.

Como en todo país civilizado, existe allí una Constitución, la cual entre otras cosas prevé que el mandato presidencial es único, prohíbe la reelección, declara automáticamente destituido de sus funciones y lo sujeta a las penalidades de ley a quien vaya en sentido contrario.

Ahora, Manuel Zelaya, presidente de turno casi a fin de mandato, movido por una nefasta influencia que desde hace tiempo recibe del dictador venezolano Hugo Chávez, se creyó al igual que él superior a la ley y decidió desobedecer a la Constitución. Convocó para eso un plebiscito que le posibilitase presentarse para la reelección, a pesar de haber sido advertido de ese impedimento por los poderes competentes.

Pero no se detuvo. Animado por Chávez y otros componentes de izquierda latinoamericana, Zelaya obtuvo de Venezuela hasta las urnas y cédulas a ser utilizadas en el plebiscito. Solo no consta que fueran enviados además las computadoras con los resultados ya preestablecidos... como se sospecha que pudo haber ocurrido en Bolivia y en el Ecuador, donde consultas análogas fueron realizadas, con éxito para la izquierda.

Estuvo así caracterizado el golpe de estado, blanco, es verdad, pero al final golpe. Las autoridades constituidas de los poderes Legislativo y Judicial no hicieron sino declarar a Zelaya como destituido de su cargo y sujeto a las penalidades previstas por la violación a esta norma constitucional, siendo él enseguida expulsado del país por el Ejército, quienes juzgaron que su presencia era nociva para la tranquilidad pública. No pudiendo conseguir embarcarse en un nuevo mandato producto de las urnas de Venezuela, Zelaya al menos tuvo la consolación de embarcarse en un avión para su exilio forzado.

Mientras tanto crecía la presión contra Honduras. Pues la izquierda internacional, maestra en el arte de disimular, seguidora meticulosa del precepto de Voltaire “miente, miente, que algo queda”, juzgó urgente dar la versión que le convenía de los hechos. Mucho más cuanto ella percibía que el castigo impuesto a Zelaya la comprometía totalmente y abría peligroso precedente. Se lanzó entonces a este trabajo.

Así, Zelaya se transformó de golpista en víctima; y con raras excepciones, toda la prensa mundial notició con furibunda indignación el “Golpe de Estado en Honduras”.

A partir de allí, varios jefes de estado —varios de los cuales complacientes con las peores dictaduras de izquierda— se pusieron a recriminar en unísono la destitución de Zelaya. El Presidente de Brasil, por ejemplo, no se avergonzó de hacerlo con Libia, donde se encontró al lado del “demócrata” Gadafi, y poco después de haber con vehemencia a la oposición iraniana a Ahmadinejad.

Al mismo tiempo, repentinamente la ONU y la OEA (la primera tan inoperante cuanto desmoralizada y la segunda como blanco de ataque de miembros del ALBA) se tomaron de un brío que no demostraron en relación a los regímenes de izquierda y, como nuevos Goliats, lanzaron contra Honduras una “cruzada sin cruz”.

Fue así que, de lo alto de la presidencia de la ONU, donde ciertas fuerzas misteriosamente lo alzaron, Miguel D’Escoto, padre apóstata de la “Teología de la Liberación” y ex-canciller de la Nicaragua sandinista, lanzó su maldición, recibido como dogma por aquella asamblea laica cuya “homilía con la versión de los hechos según la Mídia (medios de comunicación)” fue leída por el acólito ad-hoc Manuel Zelaya.

El hecho que con esa misión, el secretario general de la OEA desempeñó el papel de embajador del ALBA, pues él perseguía lo que precisamente deseaban Hugo Chávez y sus cómplices: el mantener a Zelaya en el poder, con la posibilidad de venir a transformar Honduras en satélite de Venezuela y de Cuba. Habiendo fracasado esa tentativa, Insulza decidió la expulsión de Honduras de la OEA. Pero llegó tarde, pues Honduras ya se había separado de la organización que readmitió a Cuba.

En cuanto a eso, en Nicaragua, fue montado un teatro de operaciones para lo cual se trasladó a Zelaya, a fin de que juntamente con Ortega, Chávez y Rafael Correa, ejercieran mayor presión contra Honduras. No prosperó.

Como un nuevo David, Honduras ganó por el momento. Pero conviene que no baje la guardia y se convenza cada vez más de que su lucha es contra un viejo enemigo, polimórfico e insidioso: el comunismo internacional, que ha resurgido en América Latina bajo la forma de bolivarianismo, con ramificaciones en el mundo islámico y fuerte respaldo en la “Teología de la Liberación”.

Tomado y traducido de:

http://7diasemrevis ta.blogspot. com/2009/ 07/questao- hondurenha- david-x-golias- helio.html


No hay comentarios:

Publicar un comentario